viernes, septiembre 01, 2006

Género Poesía: Finalistas

Zulma Nicolini
A César Vallejo
Finalista

Ay César el del jueves y los húmeros,
el del loco París,
la soledad, la lluvia.
Al igual que tú
recorro estas mis calles desoladas
llevando el cansancio como lastre,
arrastrando mis pies que van dejando
profundas huellas en el fango helado.
Si pudiera acomodar mi marcha
a tu paso de sabio enamorado,
me dejaría llevar por tu bohemia
escuchando tu voz andina y buena,
rogando por tus húmeros dolidos
entre tanta humedad y vaciamiento.
Pero todo es inútil,
fuiste presa de las sombras y el silencio.
Yo estoy aquí
buscando algún motivo de luz que me señale
el verdadero camino hacia tu estrella.
Casualidad del mundo:
hoy es jueves.
Llueve sobre la tierra sola y fría,
también duelen los huesos...
hay cansancio,
que pesa tanto o más que tu partida.

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Complicidades
Julio Campos Ávila, Chile
Finalista

La tierra posee destrezas que yo todavía desconozco.
Latidos horizontales y memorias verdes y onduladas.
Elevaciones múltiples, estrellas repentinas, imperiosas
Clorofilas y lagunas con acentos de redes en sus brisas.
De modo que deslumbre su génesis de plácida dulzura.

Entonces, recién caigo en la cuenta de las complicidades.
Nazco en una hoja articulada, entre aflicciones vegetales.
Yo asimismo germino del templado mutismo subterráneo,
Cuando, firmemente, la primigenia escritura nos encuentra.
Soy de granizada combativa y certidumbre. Tengo retorno
Fijo por el vendaval que resplandece en cada fibra de luz.

Hay una atmósfera de conmovedoras inmensidades verdes
Recorriendo esta primavera como un nevado caballo ciego.
Se quedan, entonces, los vestigios en la alfombra celeste,
Difundiendo sus líneas, sus cortes, sus regresos e himnos.

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Secretos de mi alma
Maria Cristina Valle, Argentina
Finalista

¿Por qué vivir así
tan de prisa
sin sentir a los ángeles
con su música
materia de alquimistas?

Necesito entrar al Laberinto
donde el Minotauro perdió la vida,
construir cielos,
leer piedras,
atravesar puertas de otras dimensiones
y e x p a n d i r m e
en la quietud
de lo sagrado.

Quiero aprehender la liviandad del tiempo,
ser diamante en el espíritu
y latir con otros ritmos.

¿Para qué vivir así
tan de prisa
sin coronarme con aroma de frutas
y sin detener la brisa
en mi rostro?

Necesito embriagarme de magia
y en la presencia extraña del silencio
atravesar por molinos de viento.

Quiero presenciar la puesta de sol
con el crepuscular encanto de la conciencia
y ocupar mi universo entero.

Preciso de un cuerpo frugal
que calce mis sandalias con alas
y palpite de pureza
en ceremonial paraíso de agua,
tierra,
aire
y fuego,
como hipnótica levitación
ausente de miedos,
sublime volcadura
del hombre eterno:
la felicidad.

Necesito
con urgencia
arrancar
los secretos
que habitan
mi alma.
Sicus de viento

Ábreme,
éntrame,
tócame
y huyamos donde anidan los sueños
en el imperio del aire
que acaramela mi boca
y la magia de su aliento.

Lleguemos hasta el último acorde,
donde habita mi eólica ternura
que muerde la carne,
que derrocha pecados
y algún que otro endecasílabos.

Vamos a donde nos espera
la cadencia del soneto
que nunca se haya escrito.

Ábreme.
Descúbreme.
Tócame.
y:
huyamos.

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Te dejé partir
María Cristina Fervier, Argentina
Finalista


Felicidad estabas ahí, expectante,
sólo debía extender la mano para alcanzarte,
en el andén, entre bardas, te dejé partir.
Contigo mis últimos sueños vi morir
con el pasivo gesto de la indiferencia
vertiendo la ignominia sobre el alba,
envolviéndome una lluvia de vacío y de nada.
Cerré de un manotazo el libro de nuestras vidas
contemplando impasiblemente su agonía.
Me condenaron a vagar por las estepas del olvido
los heraldos de la oscura tiniebla
que emponzoñaron mi alma errante por la noche
aboliendo las palabras que un día pronunciara
abandonando sin remisión la última esperanza.

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Sin segundo aire
Margarita García Alonso, Francia
Finalista

“decirle a alguien yo te amo,
significa: tú no debes morir”

Gabriel Marcel

En una isla lejana,
donde crecen los abandonos,
barcazas antiguas, semihundidas
y playas de la mente,
murió mi abuelo

El polvillo del alba
entra en el corredor
y despierta
la inmensidad del océano.

Alguien sonará a la puerta
Alguien de muy lejos llamará
Alguien prepara un naufragio.

Vieja locomotora
en volutas de humo.
En el centro de una estación
arribo al mismo lugar vacío
donde partí:
sólo murmullo de brumas,
que fingen un estruendo.
Caballo ciego en camino
al matadero.
Presentimiento:
Jamás descender
si la piel frisona.

II
“Haz lo que puedas, con lo que tengas,
en donde estés.” Theodore Rooselvet


Tarde de paisajes,
doble cristales contra el ruido,
el frío, el mundo y
los pájaros
de este verano insoportable.

Cambié de ciudad, de apellidos
pero no sé vivir
sin los semejantes.
Mujer cosida a un hilo
quebradizo
donde borda el misterio.

El azar tiene leyes:
abanicar una nube
pacientemente
junto al ruido de los odios
y nace un hombre bueno.

Arenales que descubren
el no adiós entrecortado,
en agonía del abuelo.

Asesina, asustada,
desde esta terraza
la ciudad es un mar
de luces desesperadas.

El puerto es el ala de un pájaro
en derrumbe perpetúo.
El puerto es la estela de un barco
disperso en la tarde

Años horadados
en el fondo del lago gris
como sus ojos
de estruendo y miseria.

En el cielo Velásquez y el desierto.
la ciudad sonámbula,
donde una mujer, vacilante,
cuelga lagrimas en los zapatos.

La familia es mi todo,
carcelero, roca agujero y noche
matriz y marejada,
Estar quieta
entre autos trepidantes
y sentir el jazmín.

Sin tregua.
sin raza
sin tierra,
fatigada,
Este viajar no me alcanza.

El azufre de los Hombres
ruina mis buenas intenciones
de habitar el mundo.

Rodaja de pan en el oleaje
mi cuerpo
mientras más huye
más se quema.

El fuego me atraviesa
madera de otoño,
madera de nave
convertida en neblina

El bálsamo de la penumbra,
resguarda mi despojo suicida

Mi abuelo ha muerto en la espera
tejiendo canastas, ándenes,
suavizando las huellas
de una muchacha que cae.

Es tarde, muy tarde,
demasiado tarde
para regresar,
el cansancio cierra mis ojos
abiertos a la vela del interior.

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